Por momentos me daba vergüenza leer en voz alta, en recientes congresos académicos, el contenido de una publicación en X de la cuenta oficial de Javier Milei. En el último mes he participado en tres congresos internacionales de comunicación. Todos ellos en modalidad on line. Esta forma de participar de los congresos académicos, que se generalizó con la pandemia, nos permite acceder a más eventos de nivel, aunque nos sustrae del contacto personal. Los congresos se han convertido en una máquina expendedora de ponencias cada vez de menor duración, sin tiempo para preguntas. Sin embargo, en estas oportunidades hubo más tiempo para intercambio entre los asistentes que en los últimos congresos presenciales a los que fui.
El primero fue la conferencia regional Latam de la IAMCR, que in situ tuvo lugar en Puebla (México) del 20 al 22 de mayo. La mesa «Nuevos formatos y dinámicas de la comunicación presidencial», que compartí con tres colegas de México y uno de Bolivia, tuvo como discussant a una muy atenta Natalia Aruguete, a su vez, una de las key speakers. Me resultó interesante también otra de las conferencias magistrales, de Amparo Morraquín, sobre la comunicación de Nayib Bukele. El Salvador es el país con la mayor población carcelaria del mundo, con un 20% de los detenidos sin condena. Es un ejemplo palmario del permanente «estado de excepción» del que habla Giorgio Agamben. Bukele cuenta con un dispositivo de comunicación, guionado como una serie de televisión, con sus temporadas, con él como héroe puro que puso en jaque a los pandilleros y que conduce el país hacia una tecno-utopía, apoyado en un discurso mesiánico,
El segundo fue la modalidad on line del Congreso Hermes (28 al 30 de mayo), cuya edición presencial tuvo lugar en Tenerife a la semana siguiente. Aquí fui vicedirector de la línea «Política y activismo digital» y moderé la mesa «El relato político en tiempo de redes: estrategias simbólicas en iberoamérica» en la que participaron colegas de Ecuador, México y España. Coincidencias sobre la activación en redes sociales de la comunicación emocional, la polarización afectiva y el empleo de la sátira y el meme. De gran actualidad resultó la ponencia sobre la «Reforma Judicial en México: Lawfare y la lucha por la “narrativa de la justicia”» de Gerardo Roberto Herrera Villanueva y Jorge Reyes Negrete. Según ellos fue la construcción de una narrativa populista maniquea sobre Lawfare lo que habilitó la reciente elección popular de los jueces en México.
El tercer congreso fue la pre-conferencia de ICA sobre «Media and Communication in Global Latinidades” donde participe en una mesa sobre «Humor and Political Communication» compartida con Damián Fraticelli, de Argentina (leyó la ponencia Josefina De Mattei), quien viene estudiando el humor en medios y redes sociales desde una perspectiva semiótica desde hace tiempo, y otros colegas de Chile y México.
En los tres eventos presenté distintas partes de mi actual investigación sobre el modelo de comunicación gubernamental de Milei, que combina el trolling como rasgo central con una retórica memética, Por un lado, Milei expone en su discurso un contenido libertario que reduce a eslóganes, que sus fans viralizan por TikTok o X. La operación retórica que lleva desde la argumentación al meme es la que se conoce como entimema: un silogismo incompleto, un razonamiento falaz en el que faltan premisas o alguna de ellas es completamente teórica o directamente falsa (como por ejemplo justificar el ajuste del año 2024 por un cálculo insólito y contrafáctico de que la hiperinflación podría haber llegado a ser del 17.000 % anual). De allí se derivan tópicos como «No hay plata», justificaciones para ajustar a la «casta» o íconos como la motosierra. Al mismo tiempo, desde el punto de vista de la forma de comunicar en las redes, las publicaciones del presidente son insultantes, agresivas, vindicativas o humillantes, más pensadas para provocar que para argumentar y se asemejan a las de los trolls que le hacen eco, y cuyos contenidos él comparte, algunos de los cuales son incluso funcionarios y otros no, sin que se alcance a distinguir los límites, deliberadamente borrosos, entre comunicación oficial y personal, gubernamental o militante.
Como siempre en Argentina, algunas características de la comunicación populista de derecha se llevan al extremo (agregando el componente «chanta» tan nuestro). Desde la perspectiva de la comunicación, ¿sucederá en algún momento que la retórica hostil, la exacerbación del conflicto, el relato hiperbólico y contradictorio perjudique a la «narrativa económica»?